viernes, 18 de junio de 2010

Ensayo Comprender los Medios de Comunicacion

Con la aparición de la cultura de masas, el valor del original queda supeditado a la
exhibición del acto cultural, a la capacidad para representar la realidad a través de los
medios de comunicación.Marshall McLuhan, quien entendía las nuevas
tecnologías como extensiones del hombre, pero también advertía que éstas
paralelamente amputaban o gangrenaban otras formas de sentir y pensar. McLuhan, en
cierta forma, será el primero en intuir la universalización mediática de las pasiones
colectivas.

La televisión convirtió el espacio simbólico del salón en lugar de encuentro entre lo
público y lo privado, entre los sueños que emergen de la pequeña pantalla y la realidad
familiar que se establecía en el interior del hogar. Pero también, y al mismo tiempo,
consiguió modificar la significación de la presencia física en la experiencia de los
eventos sociales. En un tiempo, la presencia física era una prerrequisito para la
experiencia de primera mano, pero con la llegada de los medios
electrónicos poco a poco se fueron diseminando las coordenadas espacio-temporales.

Los códigos de ficción y entretenimiento
impuestos por la industria cultural, fundamentalmente estadounidense, habían
conseguido que una forma de cultura audiovisual pudiera convertirse en universal.
La aparición de Internet, y por extensión de Youtube como plataforma para la gestión de
la memoria colectiva, en cierta forma parece buscar —a través de la comunicación viral
propia de este medio, pero también de su carácter consensual, en cuanto visual— y
encontrar una imagen no oficial que quede registrada en el imaginario colectivo de todo
el planeta. Como ya consiguió, por ejemplo, la televisión con la retransmisión de los
atentados a las torres gemelas, aquel fatídico 11 de septiembre de 2001.
Comunión fática y cultura popular

Uno de los debates de actualidad más repetido es que año a año están descendiendo los
niveles de ventas en discos, la asistencia al cine, etc. Las razones han sido ampliamente
debatidas. La oferta cultural ha aumentado exponencialmente, asimismo las nuevas
tecnologías han propiciado un acceso —en muchas ocasiones casi ilimitado— a estos
productos de consumo. Lo que en otro tiempo tenía un valor simbólico acabó
convirtiéndose en un bien perecedero y por lo tanto en un objeto de placer efímero. En
este proceso de transformación cultural, no sólo es necesario redefinir el concepto de
autor, sino además entender las industrias culturales
como dosis de información.

“la diferencia que hace diferencia”, ha entrado en un proceso de devaluación no sólo simbólica sino económica. Los
consumidores no parecen estar siempre dispuestos a pagar por contenidos que sólo
tienen de información su carácter novedoso y no tanto, su componente significativo.
Pensemos en la cantidad de discos que sólo se escuchan una vez o en aquellos libros
que ni siquiera se llegan a leer pero que forman parte de las estanterías de nuestros
comedores… La cultura popular se convirtió en una cultura mediática del instante. Sin
embargo, este proceso también parece estar llegando a su fin, o al menos se está
transformando notablemente. La comunión fática, el estar juntos
compartiendo un momento social, se hace cada vez más importante en la reconstrucción
de nuestra cultura popular.



En cierta forma, quizá debamos pensar que lascausas de determinados acontecimientos empiezan a desaparecer justo en el momento
en el que pueden ser definidas. Se vacían de significado los mensajes de los actores
políticos —por sumisión a los códigos televisivos— y aumentan las manifestaciones
políticas, desaparece el concepto de arte pero se multiplican las colas en los museos,
disminuyen las ventas de discos y aumentan los conciertos, se reduce la asistencia al
cine pero se acentúan determinadas representaciones teatrales y musicales. Estas últimas
juegan con ambos elementos, la reproducción prolongada en el tiempo de una obra pero
también el carácter mágico que le da una actuación pero también un público distinto
cada vez. En el musical, el actor representa dos roles: actor de cine y televisión, y el de
actor de teatro. Por un lado, interpreta una obra artística que anteriormente la cultura de
masas ha catalogado como exitosa. Por otra parte, el artista representa en directo la obra
ante la mirada de un público que conoce una versión mediatizada de la misma.


Se trata de dos códigos culturales que se aúnan en torno a una nueva forma de cultura popular,
la reproducción artesanal de una obra hecha para el gran público.
La industria cultural, suministradora de mensajes simbólicos fabricados para el deleite
efímero, y la autenticidad, el aura de una representación que se presenta como única (ya
sea porque cada actuación es diferente de la anterior, o bien porque cada público difiere
en cada interpretación), hacen que ya no sea suficiente con poder disfrutar del producto
cultural a través de los diferentes medios de reproducción. El consumo de mensajes
culturales ya no desea que se establezca un filtro entre el actor y el espectador. La
presencia física en este sentido, se establece como elemento configurador de las
relaciones sociales y como momento irrepetible en nuestro recorrido vital.
La identidad mediática: entre el aura y la comunión fática


La unidireccionalidad, que durante mucho tiempo formó parte de la comunicación de
masas, está dejando paso a una nueva forma de feedback donde los actores interpretan
serialmente su obra para un público masivo que comparte el mismo escenario físico.
Pero esta nueva forma de cultura de masas también nos está sumergiendo en una
interactividad donde surge un público que disfruta de la cultura popular a través del
almacenamiento de impresiones que ya no son sólo vicarias sino también vividas.
, debemos señalar que “interactuar significa analizar ladistancia de las relaciones sociales en términos de acciones recíprocas,
independientemente del espacio en el que nos encontremos”.


Estas impresiones,sensaciones, recuerdos que configuran nuestra memoria colectiva y social ya no sólo
forman parte del imaginario social proporcionado por los medios electrónicos sino
también del imaginario colectivo de una generación que sabe que ese acontecimiento
quedará registrado electrónicamente, pero que quiere estar presente en el momento que
tiene lugar. El directo, ya no se disfruta de manera individual sino colectivamente.
Para ver un espectáculo tenemos la pequeña —aunque cada vez más grande— pantalla,
para sentirlo debemos formar parte del público que asiste al espectáculo en directo.
Parecen ser, simplemente, nuevas pasiones mediáticas. Así, podemos afirmar que “las
nuevas tecnologías sí son capaces de decirnos cómo sentir, y no tanto las cuestiones


Volviendo a la hipótesis inicial, esto es, la integración pasional de tecnologías y el ser
humano en torno a la cultura de masas, es necesario hacer referencia a un nuevo
fenómeno: la grabación de nuestro relato vital gracias a las cámaras digitales y a los
teléfonos móviles hace que también nuestra propia memoria autobiográfica deje de ser
inmutable, pudiendo variar en función de las propias imágenes que visualicemos sobre
nuestro pasado. Antes sólo teníamos imágenes de acontecimientos importantes de
nuestra vida, pero en la actualidad nuestra existencia cotidiana puede ser reconstruida de
manera más o menos fidedigna gracias a vídeos grabados con el teléfono móvil o a
cualquier actuación recogida por una cámara digital. Estas grabaciones, por supuesto,
forman parte de la narración de nuestras relaciones sociales. En cierta forma, el estar
juntos y posteriormente poder verlo parece querer configurarse como una alternativa a
la incapacidad para narrar nuestras experiencias.


A modo de conclusión, podemos afirmar que en la actualidad el concepto de identidad
mediática parece querer desvincularse del ser para pasar a formar parte de un estar, en
este caso de un estar juntos. De este modo aura —de la que no hay copia— y comunión
fática se integran en torno a un nuevo significado, “la manifestación irrepetible de una
cercanía, por lejana mediáticamente que ésta pueda estar”. La cultura de masas —a la
que durante mucho tiempo se le había otorgado un carácter peyorativo— empieza a
considerar a los públicos y multitudes no como formas sociales transitorias sino como el
punto de partida a partir del cual gestionar nuestro tiempo de ocio, paradigma de una
nueva forma de cultura articulada.

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